Pensaba en su amigo y recordaba al rey Baltasar enseñándole la carta.
Camino de la escuela no encontró a nadie.
La plaza estaba solitaria.
Era muy pronto y la gente seguía en sus casas.
Nervioso, abrió la puerta y entró.
Cuando llegó al final del pasillo se paró.
Entreabrió despacio la puerta de la clase y miró al fondo de la pared.
- ¡Mi amigo!, grito al ver la pared vacía.
Durante unos minutos se quedó quieto agarrado al picaporte.
No sabía qué hacer.
Despacio, fue abriendo la puerta mientras miraba sin parpadear
toda la pared.
- Estoy aquí, amigo Flori, oyó una voz que venía del centro de la clase.
Don Floripondio se dio la vuelta y quedó quieto.
El habla se le había cortado.
Las piernas le temblaban y su mirada había quedado fija en su amigo.
De nuevo oyó la voz que le llamaba.
Don Floripondio soltó el picaporte, cerró la puerta, fue corriendo hacia él y los dos se dieron un abrazo.
Era la hora de clase y poco a poco los niños iban llegando.
La puerta de la escuela estaba entreabierta, pero Don Floripondio no estaba.
Teresa, Marcos, Alex y Sara decidieron abrirla despacio.
Por el pasillo no había nadie, pero al fondo, se oía la voz de Don Floripondio que hablaba con otra persona.
Los cuatro se pararon.
De nuevo un silencio muy largo.
Entreabrieron la puerta de la clase y miraron por la rendija.
No creían lo que veían.
Después de un rato en silencio, se miraron con gesto de sorpresa.
- Don Floripondio, dijo Marcos, está sentado y habla con el árbol.
- Pero, ¿qué dicen?, preguntó Teresa, queriendo acercarse más a la rendija de la puerta.
- No lo sé, contestó Marcos, pero, ¡mira!, el árbol se ha bajado de la pared.
Alex se puso delante, guiñó el ojo izquierdo y por la rendija pudo ver a los dos sentados en la mesa.
Sin saber qué decir volvió a ponerse detrás de Marcos.
De nuevo guardaron silencio.
Su pensamiento no era Don Floripondio. Era el árbol al que siempre habían visto en la pared.
- Pero, ¿no será un sueño?, dijo Sara, un poco asustada.
- ¿Un sueño?, dijo Marcos, que seguía mirando por la rendija.
- ¡Un sueño!, con las risas que estoy oyendo, dijo Alex.
- Pero, ¿qué dicen?, volvió a preguntar Sara.
- No se entiende, respondió Teresa, pero se ríen mucho los dos.
Don Floripondio les había visto y, sin decir nada, se había levantado de la mesa.
- No os asustéis, les dijo, haciéndoles entrar.
Los Reyes Magos han escuchado mis deseos.
Desde hoy nuestro árbol del otoño tendrá un lugar entre nosotros. Participará en nuestros juegos y compartirá los buenos ratos de clase.
Es un deseo que yo pedí a los Reyes Magos y ellos mágicamente me han concedido.
Sara salió corriendo a dar la noticia a su compañeros que, deprisa, entraron en la clase.
Don Floripondio, les esperaba con la sonrisa de siempre y la alegría de ver a su amigo el árbol rodeado de sus alumnos.
Todos querían sentarse a su lado.
Algunos se atrevieron a tocarle creyendo que era un sueño, pero todos recibieron a su “árbol del otoño” como el mejor regalo mágico que les habían echado los Reyes Magos.
Don Floripondio, satisfecho de verse rodeado, recitó el poema que un día le enseño su amigo y que él ahora le dedicaba:
Eres hoy para nosotros
amigo de corazón.
Un árbol que tiene vida
un árbol que tiene amor.
Eres un árbol de otoño
con poca savia y sin flor,
pero tienes por dentro una vida,
tienes por dentro un calor,
que al llegar la primavera
darás al paisaje color.
Todos aplaudieron los versos de Don Floripondio, que fueron contestados por su amigo:
Eres para tus alumnos,
Don Floripondio, el artista.
Y, para mí serás siempre,
el amigo de mi vida.
Mientras cada uno recitaba los poemas, Nico, el más pequeño del grupo arrastraba una mesa, del fondo de la clase.
- ¿Qué haces Nico?, preguntó Don Floripondio.
- Nada, contestó Nico.
- ¿Qué quieres hacer con esa mesa?, insistió Don Floripondio.
Nico no supo qué responder.
Se quedó mirando a Don Floripondio y guardó silencio.
- Ven y siéntate a nuestro lado, le dijo, mientras le hacía un hueco junto al árbol.
Desde hoy, siguió hablando D. Floripondio, nuestro árbol, jugará con todos, se sentará al lado de todos y será el amigo de todos, porque para nosotros es y será para siempre, “ nuestro árbol mágico del otoño”.
FIN
DEDICATORIA:
A todos los niños y niñas de 4º curso de Primaria:
( Álvaro, Alex B., Adolfo, José R., Adrián G., Teresa, Alberto, Marcos, Jorge, Claudia, Adrián H., Laura I., Ana, Alejandro J., Lucía, Sandro, Alejandro M., Laura M., Miguel, Clara, David R., Sara, David T., Alejandro V.)